¿No huelen ese aroma a empanada, a choripán en el aire, no ven los volantines volar en el cielo, y la gente bailando cueca? Si la respuesta es no, como en mi caso, bienvenidos a Santiago, donde lo único que huelo es el motor de la micro echándome gas caliente en la cara. El 18 parece tan lejano... ¡Y tan cerca! Así que, aunque aún no comenzamos oficialmente nuestra maratón anual de cine chileno basura, hoy haremos un aperitivo... ¿viendo una buena película chilena? ¿Qué? ¡UNO DE LOS SIETE SELLOS DEL APOCALIPSIS, BABILÓN HA SIDO LIBERADO!
Aquí iba una broma, pero ya me dio pena con la cara de Vicuña
Título Original: La Memoria del Agua
Año: 2015
Director: Matias Bize
La premisa de la Memoria del Agua en realidad es bastante sencilla: la pareja de Javier (Benjamín Vicuña) y Amanda (Elena Alaya) acaban de perder a su único hijo de cuatro años, Pedro, en un accidente en la piscina. La película parte poco después, con ambos tomando caminos separados, viviendo de formas diversas el duelo, con Javier haciendo lo posible por recuperar a su amor perdido, y Amanda intentando seguir adelante.
Una premisa así tan simple quizás no daba para mucho, pero debo sacarme mi polerón de cine pochoclero Mad Max y decir: wow. Just wow. Creo que es primera película chilena donde puedo decir que todos (o casi todos) hicieron bien su trabajo, desde actores, directores, editores, músicos... La Memoria del Agua es tan extraordinaria, que durante varios puntos de la película me volví a mi compañera de aventuras para decir "¿estás seguro que filmaron esto en Chile?". ¡Casi todos los errores de las películas chilenas son erradicados! (Énfasis en el casi). Estaba... ¿disfrutando algo filmado en nuestra ordinaria tierra? Los 33 no cuenta: eso no fue realizado por chilenos.
El punto más alto, por lejos, son las actuaciones. Quizás algunos no lo sabían, pero Benjamín Vicuña perdió a su hija Blanca en el año 2012... Y no sé si eso lo inspiro, pero el personaje trasluce un dolor y pena durante cada escena de la película que es al mismo tiempo es desgarradora pero natural. No es un simple actor "interpretando a una persona que sufrió a una perdida", es un personaje que provoca una enorme empatia hacia tí como espectador.
Y prácticamente todo esto es logrado con escenas silenciosas (no hay muchos diálogos en la película... gracias a Dios), donde los personajes están solos y aislados. Hay una secuencia de dos minutos donde Benjamín Vicuña simplemente conduce su bicicleta. Y créanme: es intensa a más no poder. Entre la música (extraordinaria) y el montaje, y la simple manera en que una cámara capta el rostro de Javier cargado de dolor, es quizás una de las representaciones más fidedignas posibles de alguien pasando un momento horroroso sin llegar al extremo de una caricatura dramática.
Elena Alaya también hace un trabajo extraordinario, particularmente durante una de las secuencias más crueles que he visto en una película chilena. Admito que mis pristinos ojos de macho alfa casi se cubrieron con ese líquido que llaman lagrimas, pero fui más fuerte, porque pensé en la Mamá de Pie Pequeño. Esta escena bien pudo ser un añadido innecesario en cualquier otra película, pero la interpretación de Elena realmente te rompe el corazón. Para cuando la vean, recuerden: la escena de la traducción. Nada más.
Entonces... ¿Es una película perfecta? ¿Es acaso la película que catapulta a Chile a la par de sus hermanos Argentinos? Pues... no. Pero casi. Estuvimos cerca. Hay dos pequeños detalles que me molestaron bastante, siendo el primero transversal a todo el cine chileno... Los diálogos.
Try not to cry. Cry
Y aunque es menos acentuado que en otras cintas chilenas, quiero explicar que es lo que estamos haciendo mal, solo para que no volvamos a cometer el mismo error. Podemos dividir las fallas de todo diálogo en película chilena en tres ejes:
- TODOS PARECEN SALIDOS DE UN GUIÓN: Naturalmente, toda palabra en una película sale de un libreto, pero no deberíamos pensarlo. La mitad de las palabras que dicen estos personajes te sacan de la magia del cine. El diálogo debería ser natural, espontáneo, como en una conversación común y corriente... En el cine chileno, puedes imaginar a los actores leyendo sus líneas. Y es menos un defecto de los actores (que en esta película son extraordinarios), y más del guionista, que lamentablemente no sabe escribir conversaciones entre chilenos (sí, sé que la coprotagonista es española, ustedes entienden el punto). Y lo admito: es difícil escribir diálogos criollos, nuestra habla no es fácil de poner por escrito. La Memoria del Agua no escapa de esto. Son diálogos demasiado perfectos, demasiado trabajados para ser reales (ojo, que esto no pasa, por ejemplo, en el cine argentino).
- LOS ACTORES PARECEN TOMARSE TURNOS PARA HABLAR: No, en serio, fíjense. Es como si alguien estuviera detrás de Vicuña y Ayala dirigiendo con una batuta. Casi puedes sentir el "ahora tú", "ahora tú", permanente. ¡¿PORQUE?! ¡Si en Chile somos atolondrados, nos interrumpimos, hablamos uno de encima de otro! Y alguien dirá "quizás estos personajes son así"... No, me refiero a todos y cada de las personas que hablan en esta película. Y en cualquier película chilena.
- EL VOLUMEN DEL DIÁLOGO: Esto puede parecer menor, pero no lo es. Las películas chilenas tienen el volumen de sus diálogos demasiados altos... ¿casi como si estuvieran doblados encima? De hecho, puedo asegurar que así es la mayor parte del tiempo. Les hago una propuesta: el próximo trailer de una película chilena que vean en el cine, pongan atención a lo fuerte que están los diálogos. ¡Se comen el resto del sonido! ¿No tenemos buenos sonidistas en Chile?
Mi segundo problema son los últimos veinte minutos. La primera hora y diez son un caviar, un verdadero manjar cinematográfico (entre otras cosas porque casi todas las escenas son silenciosas)... Y el final es solo "ok". No porque sea depresivo, no porque sea inesperado, sino porque es disperso. La película no parece saber a donde va. De hecho, la película termina de golpe y quedas preguntándote, "momento... ¿la película se trataba entonces de Benjamín Vicuña superando a su hijo perdido, o sobre su relación con su perro?". (Trust me. Eso van a pensar).
¡Pero Farfaramir! ¿No qué esta es una película extraordinaria? ¡Lo es! ¡Es por eso que tengo que ayudar a los cineastas chilenos a mejorar los últimos detalles para hacer un buen cine! ¡En esta película, en muchas escenas, tocamos la cima! De verdad, en cierto momento estaba que aplaudía de pie. Es por eso que necesito que no se duerman en los laureles cuando la meta está tan cerca. Tenemos actores extraordinarios, excelentes directores, es claro que algo estamos haciendo bien... Mejoren esos pequeños detalles y los hermanos argentinos nos empezarán a mirar como una amenaza. ¿No es lindo pensar en eso? Lo que es yo les digo: veánla en el cine. Vale la pena. Es cruda, es emotiva y extremadamente bien actuada, y a ratos alcanza la genialidad. Y eso es mucho más de lo que puedo decir del 95% de las cintas chilenas.
Atentamente,
Farfaramir, el Crítico
Posdata: Ok, spoiler... ¿Qué demonios es ese final? No, no hablo sobre todo el show de ambos terminando separados, eso (con esos diálogos horrorosos) me pareció genial. ¿Pero qué sucedió? ¿Benjamín Vicuña fue a buscar a su perro? ¿O a caminar por un campo? Porque no vemos al perro, ni ninguna señal de que eso es lo que venía a buscar, ¡pero hey, habíamos visto que ese fue el lugar donde Vicuña abandonó a su perro antes! De hecho, Benjamín Vicuña no abordó el avión de retorno a Santiago, y le ofreció a su papá irse al sur de viaje. ¿Quieren decir que manejo de vuelta... a la granja del perro? ¿Porqué? ¿No qué se iba a ir de viaje con su papá? ¿O la granja quedaba en el sur? ¿Pero entonces, antes en la película, Vicuña se pegó un viaje de 10 horas para abandonar a su perro?
Olvídenlo.
Todo iba bien hasta que llegó el final, ¿ qué significa ? ¿ qué nos sugiere? A mí nada, y no me considero tonta. Me quedo con la sensación de haber perdido el tiempo.
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